sábado, 23 de julio de 2016

Me levanto en cuatro horas.

Morfeo no viene a por mí. Me tiene totalmente abandonada.

- ¡Pues métete en la cama, y duerme!

No es mi cama. La que sería mi cama, hace tiempo que no lo es. No tengo cama.

Cada cierto tiempo, Facebook decide recordarme, vía "comparte un recuerdo", lo que antes era mi vida. No tengo vida (¿?).
Gracias amiga por darme ese like en mi inusual acto de hacer publicación. Me ha dolido más que si no lo hubiese hecho nadie. Tú me entiendes, soy complicada, no lo puedo evitar. Sabes que te quiero. Gracias por quererme. Gracias por estar ahí, siempre.

Twitter no me recuerda cosas. Twitter me lucra, desde hace muchos años.
Amo a Twitter desde mucho antes de que se convirtiera en el despropósito en el que lo han ido transformado. Ojos que no ven, corazón que no siente. Que vivan las filtraciones de contenido indeseado.
Y que vivan todos esos tweets jamás borrados, o editados, que nos recuerdan que las cosas podrían ir mucho peor. Claro que podrían ir mejor, pero esos ya dan más pereza escribirlos. La felicidad es un estado de ánimo. La felicidad es efímera. Otras veces se prolonga más. Pero se agota. Y como el cargador de serie venga tarado... La espera acaba desesperando.
Lo que era felicidad se transforma y acaba doliendo. La felicidad duele.

Duele la música, que me transporta a lugares, que me recuerda a personas, que me hace volver a tener 10 años menos. Depende qué canción incluso más. O incluso menos. Etapas. ¿Por qué sigo llenando todos mis trastos con las mismas canciones? La calle Balmes dirección el Tibidabo sigue estando ahí. Las minifaldas no, porque los cuerpos cambian, y porque comprarme otras nuevas me da mucha pereza. Quiero las viejas. Las que tiré cuando por fin conseguí ganar algo de peso. Las que ahora tanta falta me harían.

Quiero sentir, tal cual siento yo. No puedo evitar emocionarme, no puedo evitar pensar, no puedo evitar reaccionar. No puedo evitar frenarme. Comportarme acorde a los que me rodean parece ser que es algo que estoy obligada, o forzada, o condicionada a hacer.

Cómo le echo de menos. Todo sería mejor con ella. Todo iría mejor.
Muchas veces me siento mal, porque sé que no soy la única que siente su pérdida. Sé que mi dolor no es comparable al que puedan sentir sus hijos. No me lo quiero ni imaginar. Su marido, al que quiero, y en el que pienso y no se me ocurre palabra de consuelo alguna que pueda llenar ese vacío (para mí insustituible) que le ha dejado. Su hermana...

Mi madre. Qué mal lo está llevando.

Parece que las desgracias no vienen solas. No sé si la definición de cruel, o cínica, o tal vez mala persona vengan con una foto mía al lado. Deseo una más que prontísima recuperación en lo que respecta al tema "mi padre" se refiere (cosa que ahora no viene al caso), deseo que dejen de ir mal las cosas y que no hayan más que nuevas buenas. Que regrese a casa. Que nunca le hubiera pasado nada malo. Que todo hubiese ido estupendamente bien, desde siempre. También deseo la paz mundial, entre otras cosas. Anhelo lo idílico de la nada.
Pero en parte "me alegro". Porque ella ha tenido la cabeza ocupada en otras cosas. Porque en cierta manera le ha ayudado a desconectar de su duelo, siempre tan presente. Porque no siempre le he tenido que ver llorando. Porque me demuestra cada día que, a pesar de sus pesares, sigue siendo ella. Luchando. Nadie se lo pide, pero ella lo hace. De locos. No sabe lo fuerte que es.
Pero basta ya. Desde hace muchos meses, basta ya. Ya está bien. Que lo que sea nos dé un poquito de tregua.

Si me paro a pensar en "¿qué podría ir mejor?", me pongo hasta contenta, porque son muchas cosas.
A peor, pocas nos quedan.